martes, 28 de junio de 2011

EMPRENDEDOR PIONERO


La Frontera necesita de pioneros que, en nuestro caso, no son otra cosa que “emprendedores”, es decir exploradores de nuevas alternativas que comiencen a dar solución al cumulo de interrogantes traducidas en problemas que caracterizan a nuestro tiempo.
Sin embargo el emprendedor pionero se diferencia notablemente de lo que acostumbra a ser la acepción general de este término. Actuar, atreverse, iniciar son sinónimos frecuentes que acompañan al denominado emprendedor. Pero el pionero, no solo se atreve y actúa, sino que también aporta su visión estratégica, aquella que busca ir más allá del problema convencional, instantáneo y urgente. Su mirada tiene un mayor recorrido, más profundidad y, sobre todo, menor inmediatez. Sólo así podrá comenzar a trabajar en términos de nuevos escenarios de futuro.
Hay todavía quien piensa que el “milagro Chino” abrirá las puertas a una nueva etapa en el discurrir económico. Pero, a poco que observemos con atención, percibiremos los excesos que caracterizan a los principios y finales de un sistema. A todos los efectos, China es el mimetismo de la Inglaterra Victoriana, nacida de la frontera, pero condenada a la monotonía final de un sistema implacable. Ahora, la paradoja no se esconde en la Curva de Phillips, sino en la lógica aplastante de Hobson que acabará por afirmar, una vez más, el “consenso de Washington” como paradigma elemental de dinámica existencial de este viejo sistema.
Dicen que los mercados no tienen padre. Yo diría que sí. Tiene nombre y apellido: Adam Smith. Incluso tienen un término primigenio: la mano invisible, aséptica y recurrente, prueba irrefutable del pecado original que marcó el nacimiento del sistema que ahora agoniza.
Todo tiene un principio y un final. Ambos se parecen, comparten la misma laxitud, desconcierto e incertidumbre que caracteriza a la Frontera. Los sistemas nacen huérfanos y mueren inmersos en la soledad de la impotencia que los condena a ese olvido que llaman memoria. No asistimos al derrumbe de principios, códigos y paradigmas. Tan sólo contemplamos la desintegración de un universo económico, político, social y hasta moral que ha dado sentido a nuestras vidas. No somos capaces de percibir la oportunidad y preferimos optar por la reconfortante comodidad de la molestia.
Habrá muchos emprendedores, pero sólo algunos serán pioneros.

sábado, 25 de junio de 2011

TORRENTES


Siempre me ha gustado ver los sistemas económicos como un rio que nace, discurre y finalmente, no muere sino que pasa a integrarse en un océano de experiencias acumuladas.
En su origen, un sistema es una pequeña corriente, exigua y apenas perceptible, pero inexorable en su empuje. Poco a poco, cobra fuerza hasta convertirse en un torrente difícil de parar, sortea cañones y gargantas hasta que fluye libre en llanura, creciendo en su caudal. Los meandros son turbulencias temporales que, lejos de acelerar, frenan su inquietud momentáneamente, hasta que finalmente pierde toda su fuerza en el delta que le conduce a los mares de la memoria.
El capitalismo libre de mercado llevado a sus máximas consecuencias, más allá incluso de lo que Friedman o Von Hayek imaginaron, el desastre de las economías planificadas y los experimentos del socialismo de mercado llegan a su fin en un delta donde todo se maximiza, perdiendo su esencia, pero que, lejos de ser una expresión de victoria, consagra el inicio de la memoria.
Pero, en estos momentos, lejos de la desembocadura, otros torrentes comienzan a tomar forma en las montañas de la Luna, anónimos, imperceptibles, pero coincidentes y radiantes. No hay paradigmas, leyes ni principios porque la llanura del deseo todavía no se percibe en el horizonte. Pero la esperanza crece y quienes habitan en ellas saben con certeza que un nuevo río, un nuevo sistema está a punto de nacer. Casi todos se disponen a nadar contra corriente porque en ello radica su grandeza. Algunos, aquellos que no se encuentran en el delta, están preparados para dejarse llevar por la corriente, crédulos de su fortuna. Pero desconocen su destino, morir en el pasado.
Es la Frontera.

jueves, 9 de junio de 2011

POR FIN EL HOMBRE

El sistema que ahora declina también tuvo su frontera representada por el retorno del hombre como protagonista. Un sistema que, una vez superado el punto de despegue, discurrió por distintos momentos de crecimiento no siempre acordes con la búsqueda del bien común que uno de sus profetas preconizó en las brumosas tierras escocesas.
Al impulso inicial del hombre, le sucedió la deshumanización de aquello que se dio en llamar la Primera Revolución Industrial, seguida de un afán optimizador sustentado en la máquina que sólo podía desembocar en el triunfo de la tecnología para acabar finalmente en una huida hacia delante protagonizada por la especulación financiera y la impotencia de los poderes públicos.
Volvemos a encontrarnos en tiempos de frontera, momentos de inflexión y revolución dilatada. Tiempos en los que las ideas nacen huérfanas de una estructura que las ampare, aflorando como torbellinos de resistencia a la decepción y el abatimiento. El mundo que conocimos no ha fracasado, simplemente queda atrás, incapaz de acompañarnos en la búsqueda de nuevos retos y certezas. Es una Época de Incertidumbre, pero no basada en el miedo a la perdida de lo conocido, sino en la esperanza de encontrar la oportunidad en lo desconocido.
Muchas son las propuestas, casi todas ellas basadas en la creencia de la reforma, cuando, en realidad, confirman la necesidad de una nueva fundación. La mayoría de nuestras ideas, organizadas en tendencias, corrientes, proyecciones o profecías, coinciden en la misma evidencia: necesitamos al hombre, el único capaz de sobreponerse a la tiranía de la decadencia y el abuso de los oportunistas.
El mundo de relaciones económicas que conocemos podrá desaparecer en el torbellino de sus éxitos, las turbulencias crecientes acabarán por imponerse a los dioses tecnológicos y el mito globalizador. Al final, una vez más, sólo nos quedará el Hombre.
El renacimiento traerá la nueva fundación. Es pronto para adelantar escenarios más allá de sueños, deseos y temores. Sólo dos cosas son seguras. El Hombre construirá un nuevo horizonte y, pasados los años y quizás siglos, la frontera retornará con toda su fuerza. No puede ser de otra manera porque en ello se basa nuestra fuerza y la creencia de que el progreso es nuestro destino.
Llevamos décadas aproximándonos a la frontera, confundiéndola con el horizonte conocido, adjudicando las nuevas ideas a las reformas del sistema que agoniza. Pero ahora, por fin, hemos alcanzado ese lugar en el que ya no existe horizonte, sólo frontera. Quienes se niegan a alcanzarlo, hablan de refundación, regeneración y reconversión en un océano de regresiones, depresiones y confusión. Pero llega el momento de los pioneros, auténticos emprendedores que abrirán senderos y descubrirán nuevos lugares donde encontrarnos para fundar nuestras comunidades económicas, políticas y sociales. Mejores que las que conocemos con toda seguridad, pero nunca definitivas, ni perfectas porque en eso consiste nuestro destino: progresar.